jueves, 4 de octubre de 2012

La Bicha


 A mi casa a llegado el terror. Mi madre llevaba más de un mes volviéndose loca porque han empezado a aparecer tomates y melocotones roídos. No podían ser ratones, porque otra cosa en mi casa no hay pero ratoneras para dar y vender. Mi madre es muy precavida en ese aspecto, y si por alguna de las casualidades de la vida entrara un ratoncillo por el garaje o por la terraza no tendría escapatoria.  Así que descartada esa posibilidad, mi padre le comentó que podría ser cualquier bichillo el que se cebara a base de fruta fresca.

Al poco tiempo de el descubrimiento frutal, mi madre empezó a notar que el suelo que envuelve la gavia de mi loro estaba extremandamente limpio de cascaras de pipa. Era raro que el pájaro de golpe dejara de tirar las cascaras al suelo. Empezaba a apestar a  paranormal. 

Días después, mi querida madre descubrió un extraño rastro de polvo que salía de debajo de una cocinita hacia fuera. Todavía se acrecentó más el caos. Llamó al vecino para que le moviera el mueble y descubrir que escondía debajo. Encontraron absolutamente nada. 

Hace un par de semanas llegó el frió. Mi madre se fue a buscar unas mantas que tenía en un pequeño armario. Cuando abrió el armario descubrió que este a parte de mantas tenia millones de cagadas de ratón y miles de cascaras de pipa y comida del loro. No podían ser ratones ya que las ratoneras hacía días que no entraban en funcionamiento. Así, que re-descartada la posibilidad del ratón solo quedaba una posibilidad: la rata. 

Hay una rata viviendo en mi casa. Se llama Bicha, y tiene en un armario su nido. Sale por las noches a buscar comida y a pasear; anda a sus anchas. Nadie la a visto, excepto el loro, ya que viven en la misma sala. 

El otro día vino mi abuela de visita. Siempre duerme en un cuarto al lado del salón donde vive el loro y la Bicha. Le dijo a mi madre que ahora el loro gritaba por las noches. Mi madre no le quiso decir a mi abuela, enferma del corazón, que dormía con un rata, porque cabía una probabilidad bastante alta que le diera un patatús. Así que mi abuela durmió con una rata paseándose por su cama. ¿Qué cómo lo sabemos? Pues porque al día siguiente habían cacas de rata por todo el cuarto.

La Bicha debe ser una rata posiblemente muy grande tendiendo en cuenta el tiempo que hace que se está alimentando en mi casa. El otro día ni mi cuñado tuvo valor a enfrentarse a ella cara a cara. Optó por traer unos raticidas. Mi madre los coloca por la noche y por la mañana ya no están. Cada noche lo mismo. El raticida es una chuchería para una rata mutante. 

Así que ahora se ha sembrado el terror. La Bicha se ríe en nuestras caras. Ayer mismo, encerremos el coche en el garaje y antes de entrar directamente a casa dimos la vuelta por la calle para entrar por la puerta principal y no tener que pasar de noche por territorio ratil. 

Hemos repasado toda la cultura general que tenemos sobre ratas. que si son pequeñas si te las encuentras se quedan paralizadas, que si pueden trepar, que si son grandes te pueden plantar cara, igual que si intentas tocar a sus crías... 

Por ahora la opción es que la Bicha se vaya por donde entró, que se muera, o lo peor: que las crías se reproduzcan. Ya os contaré como acaba la historia, ¿quien sabe? A lo mejor de aquí unos meses vemos a mi madre por el pueblo paseando a la rata como quien pasea un hurón.



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