lunes, 17 de diciembre de 2012

El Fin del Mundo


Hoy me ha despertado de mi maravilloso sueño, a las 6:45 de la mañana, mi vecina. Mi vecina es una cuarentona que no acepta su edad, y tiene una vida despreocupada como la que tiene un universitario novato: fiestas, levantarse a las tantas, pintarse el morro y subirse al tacón. 

Mientras hacía bajar todos los santos y santetes de los infiernos por despertarme con su vociferio, he seguido la conversación que tenia con mi pareja, que pobre llegaba de trabajar y lo único que quería era meterse en la cama. 

Mi vecina, la cuarentona tarada,  se iba a la montaña a esconderse de los meteorítos que supuestamente han de caernos encima el dia 21. Una estupidez como qualquier otra. ¿En que cabeza cabe que el mundo se vaya a acavar de aqui cuatro dias, tal y como predicieron los Mayas? Pues cabe en la suya. 

Todo esto me ha llevado a pensar que yo también llevo unos dias incordiando en las redes sociales con el tema de la fin del mundo, y que a lo mejor  en mi yo más interior tengo un miedo irracional a que se acave todo. 

Hace un año y pico, en una Aquelarre, un chaval me intentó vender unas piedrecitas para protegerme de este predecido final. Me estube riendo del pobre chico tres meses... y ahora pienso en mis adentros que quizá hubiera sido mejor comprar un par y tener protección para no morir este viernes. 
 
Dándole vueltas, he pensado que pasaría si realmente sucediese la predicción maya, y ese momento de desolación y desconsuelo me ha puesto la piel de gallina. Meterorítos cargados de fuego cayendo del cielo y reventando todo a su paso... parece más una producción holliwoodiense que una realidad cercana. 

Yo si llega el viernes y veo una sola intención de que vaya a caer algo del cielo... no se lo que haré, la verdad. He pensado en ir a mi casa del pueblo y pasar el fin de los dias abrazada a mi familia, con ese calor de hogar tan especial y rodeada de quien me quiere de verdad. Ya me veo en estado de pánico y mi madre intentandome consolar entre lágrimas y besos. ¡Qué si, lo sé! ¡Qué aunque una tenga ya una edad siempre necesito del consuelo de los míos... porque por eso son míos! Pero alejemonos de esa imagen triste de desolación y pensemos más positivamente. Yo, como no creo que el mundo se vaya a acavar el viernes y estoy cargada de espíritu navideño... me las voy a pasar cubateando con mi amiga Ira y celebrando que el 22 nos tocará la loteria; el mundo se acavara pero tal y como lo he conocido, para empezar a crear otro mucho mejor con los millones del Gordo de Navidad.